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SOLEDAD EN LA PUERTA DEL SOL Y TRISTEZA EN LA GOLDENER SAAL

      Si hay dos acontecimientos que marcan el final de un año y el principio del siguiente, son sin duda las Campanadas de la Puerta del Sol en Madrid y el Concierto de Año Nuevo en Viena. 
Amanece que no es poco,  Música Quintanar
      Aunque de naturaleza muy distinta, la última edición de ambos eventos ha tenido un punto en común, la ausencia de público, obligada por otro lado por la pandemia en la que estamos inmersos.    Precisamente es el público el que proporciona su carácter a estas dos celebraciones.
       La costumbre popular de celebrar el fin de año... con las campanadas del reloj de la Puerta del Sol data del 31 de diciembre de 1897, es una manifestación colectiva de alegría por despedir el año y cada fin de año se congrega más y más gente para cantar, gritar, bailar, besar, abrazar…hasta este 2020. La plaza ha estado desierta, así lo mandaban las restricciones, tan solo un puñado de técnicos y presentadores de las distintas cadenas de televisión y miembros de la Policía Nacional cuidando que no entrara nadie. 
        Esta soledad tan solo fue mitigada en parte por la miniactuación de Nacho Cano, acompañado de la voz de Maryan Frutos, como homenaje a las víctimas del bicho. 
       Se me hizo raro y desolador, tomar las uvas en casa y ver la plaza completamente vacía, parecía que no tenía sentido celebrar la terminación del año de esta guisa y ni siquiera las fórmulas de marketing televisivo como la presencia de Ana Obregón en La Primera o el vestido (o no) de la Pedroche en Antena 3 mitigaron este sentimiento. 
      Pero si ver la Puerta del Sol en soledad me pareció raro y desolador, el primer sentimiento que afloró en mi al ver el Concierto de Año Nuevo fue de tristeza. 
       La Sala Dorada (Goldener Saal) del Musikverein de Viena parecía la mañana del 1 de enero de 2021 un escenario fantasmagórico. La Filarmónica de Viena, bajo la dirección del italiano Riccardo Muti, también estaba triste, o al menos, esa fue mi percepción. Un concierto sin público creo que carece de sentido y este más. La interacción y la complicidad que se produce en Viena cada 1 de enero entre la orquesta y el auditorio es total. Y así lo explicó el Director al finalizar el programa oficial del concierto.   
   
Amanece que no es poco, Música Quintanar
         Los músicos ejecutaron perfectamente, como siempre, sus obras, pero a veces perdían la mirada entre el vacío patio de butacas, buscando esa complicidad, esos aplausos de ese público que cada año se entrega a los valses y polkas de la familia Strauss fundamentalmente. Ellos, los músicos, también estaban tristes. 
        Tan solo los aplausos que se dedicó la orquesta a sí misma y a su director, junto con los aplausos de 7000 personas de todo el mundo que de forma virtual resonaron en la sala de conciertos disfrazó un poco esa tristeza. Y el culmen de la tristeza fue el final del concierto; la Marcha Radetzky, sin palmadas de acompañamiento ni bromas de la orquesta y del director hacia la audiencia perdida.
     Quiero que el 31 de diciembre de 2021 la Puerta del Sol esté a reventar y que el 1 de enero de 2022 la Sala Dorada se llene de aplausos y risas del público y de la Filarmónica. Por cierto, el director para la próxima edición será Daniel Barenboim

 ¡¡ FELIZ AÑO NUEVO !!

Texto:  L.A. Catalán.

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