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-Carta de Amor- Primer Premio de Concurso Literario convocado por la Concejalía de Educación y Cultura junto con la Biblioteca Municipal de Puebla de Almoradiel (Toledo)

 
Querida Paloma:
       Te escribo con la casi total certeza de que mis palabras quedarán perdidas en el vacío del espacio, viajando por siempre sin encontrar la antena de tu teléfono, pero un contacto del módulo contiguo me ha facilitado este canal por el que asegura que podrás recibirlas. Yo, sin embargo, dudo que este mensaje supere la maldita prohibición que tenemos de comunicarnos con la Tierra, pero estoy desesperado; necesito sentir que podemos contactar de algún modo. No pasa un solo segundo en Marte en el que tu nombre no resuene en mi cabeza.
      ¿Qué tal estáis? Ojalá consiguieras entrar en la reserva. Aun con esas, puedo imaginar que vuestra situación no será muy buena. Los compañeros consiguen filtrar algunas noticias, horribles todas: las altas temperaturas, los ciclones, las guerras por el agua… me devora las entrañas estar yo aquí mientras vosotros sufrís ese infierno.
      En la base la vida es extraña. Los amaneceres son desesperanzadores, con un sol que no
calienta y apenas ilumina. Los veo a diario desde el huerto solar, donde trabajamos hasta que la luz desaparece en el horizonte opuesto. Hay días más duros y otros que no lo son tanto. La semana pasada, por ejemplo, florecieron las plantas de calabaza, como las de aquella tarde de primavera cuando pusiste una en el moño improvisado de tu pelo. El color amarillo de la flor, tu sonrisa, el brillo en tus ojos: todo se dibujó nítidamente en mi cabeza.      Hasta aquel día no habíamos hablado de nuestros sentimientos, pero notábamos claramente la energía entre nosotros. Tus palabras de entonces,... todavía me emociono al recordarlas. Salían temblorosas de tu boca, de la que me era imposible apartar la mirada, atónito, y de la que poco más tarde tampoco pude apartar mi propia boca. Aquel día en los huertos de cucurbitáceas una sonrisa me acompañó durante toda la jornada, rompiendo con la hilera de rostros grises de los campos de trabajo marcianos.
     Nunca debí subir a esa nave. Me equivoqué completamente intentando encontrar la lógica al hecho de que las mujeres y los niños viajaran separados de los hombres. Solo pensaba en salvarnos y en conseguir llevar nuestro amor lejos de un mundo cada vez más caótico. Y nunca debí soltar tu mano. Cuánto me arrepiento... Pensar en ese instante me produce un dolor físico tan intenso que intento por todos los medios no traerlo a mi memoria, pero es muy importante para mí poder decírtelo: lo siento.
      Han pasado ya dos años e insisten en que algún día llegaréis a la plataforma. Que se está
reuniendo el combustible necesario, nos dicen. Pero aquí ya nadie los cree: tenemos muy claro que solo querían mano de obra para mantener sus colonias. Somos esclavos, Paloma. Los suicidios y las revueltas van en aumento entre nosotros y no sé en qué acabará todo esto. Sabes que detesto mantenerme al margen, pero lo estoy intentando. Quiero que, conmigo, siga viva la esperanza de volver a tenerte entre mis brazos, de sentir tu calor y tus caricias. Te quiero y, aunque nos separen millones de kilómetros, te querré por siempre y para siempre.
      Joder. Te extraño tanto... El paso de los días resulta desgarrador. A veces siento que los
colores rojizos de estos paisajes me saturan. Me ahoga el polvo, siempre flotando en el aire como si de una perversa niebla de sangre se tratara. Se acumula en mi garganta y va apretando cada vez más el nudo que arrastro por la certeza de que no volveremos a vernos, que nunca recibirás este mensaje y jamás volveré a saber de ti. En esos momentos, ni siquiera el carmín de tus labios, ni el rojo de los vinos que compartimos, ni tus mejillas sonrojadas entre las sábanas de nuestra cama; ningún recuerdo consigue sacarme a flote. Hasta los propios recuerdos me hieren por ser solo eso: recuerdos. Y, ciertamente, son lo mejor que tengo. Por momentos me llega a parecer imposible pero, mientras exista la más remota posibilidad de que estés viva, yo resistiré.
     Ya me despido. Seguiré pensando en ti como método de supervivencia. La parte de mi memoria que alberga nuestros momentos juntos es, como he dicho, mi mayor tesoro: seguiré abrazándolo cada día. Ojalá todo mi amor convertido en las ondas que serán este puñado de letras consiga salvar la enorme distancia que nos separa y llegue a ti. Todos los besos y abrazos.

Imanol

Texto: Roberto López García

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