Suaves brisas cálidas y los pájaros cantarines la hicieron abrir las ventanas, la puerta de la cocina y salir de la casa por la puerta trasera hacia el jardín. El sol salió detrás de las nubes y se extendió por todo el jardín, creando una atmosfera única. Allí había un toque de primavera en el aire, pequeños brotes verdes apareciendo en las flores, entre lo bulbos de narcisos y tulipanes. Se paró a pensar la alegría que sentía al notar que el jardín florecía nuevamente. Enseguida le llamo la atención la puerta abierta por la que había salido millones de veces a pasear por el campo, ya que no recordaba haberla dejado abierta. Salió al exterior y la cerró, cruzando un pequeño y pintoresco puente para dar un paseo por la orilla del rio, hasta que llegó a una parcela donde habían sembrado trigo, que ahora lucia un verdor incipiente.
Justo en medio de aquel campo había un almendro gigantesco, robusto y centenario que anunciaba la llegada de la primavera. Desgraciadamente, cada año más temprano sus yemas florales se convierten en flores blancas o rosadas, llenando todo el espacio desnudo de las ramas. Aquel almendro le producía tranquilidad y confianza, y desde la infancia era su confidente. Él conocía su historia y nunca la contó a nadie, era sido testigo de todos sus cambios y pensamientos íntimos, y siempre guardó sus secretos; por eso , cada vez que lo visitaba sentía que se le alegraba el corazón. Nunca pasaba por allí sin detenerse a verlo y contarle sus cosas. Lo hacía durante todo el año, pero al final del invierno y en primavera, durante su floración, le gustaba acompañarlo en ese proceso. Esa renovación de la vida, que se repetía cada año, le aportaba una luz poderosa, y después, durante mucho tiempo, aquello le daba fuerzas para seguir adelante. En la naturaleza existe ese proceso mágico que recarga nuestras fuerzas y podía pasar horas observándola, sintiéndose invisible para el mundo y el mundo para ella.
Ese día primaveral se sentó como si temiera estropear el tapiz verde alrededor de su viejo amigo, el Almendro.
-Siento haber tardado tanto…
-¡Qué hermoso! Abraza los ritmos de la naturaleza y deja que nutra tu alma…
Con la vista puesta en el paisaje recordó que allí, en aquellas tierras, había vivido lo bueno y lo malo que la vida le había dado. Allí había sentido la pasión, la ilusión del amor. Allí, a la sombra de aquel Almendro, sintiendo aquel maravilloso olor, había tomado las decisiones más importantes de su vida.
Encarna se levantó y se acercó a una rama baja que colgaba. Era una delicia contemplar los insectos y las abejas, posándose en las flores para chupar su néctar. De repente, sintió unas ganas terribles de tocar esa rama. La agarró, acercándola para sentir su olor, inhalando su fragancia. Hay algo mágico en aquel Almendro: su olor suavizante y calmante, llenándola de nostalgia en aquel día primaveral. Simplemente, eso hizo un día perfecto.
-Estoy increíblemente agradecida de poder guardar este momento para mí en mi memoria, como un recuerdo.
Encarna es una enamorada de su pueblo, Villarobledo, tras años viajando a París y Madrid, trabajando y estudiando. Allí es adonde siempre regresa con cariño.
En la tranquila calidez de la suave luz que baila a través de los árboles, aquellas imágenes la invitaron a sumergirse en las profundidades del campo por un momento, a sentir la tranquilidad y encontrar conexión.
Perdida en el encanto del campo, aquel paseo la llevó a planear una vuelta al día siguiente para explorar aún más ese hermoso entorno, ahora que la primavera parecía aproximarse, sintiendo que el contacto con esa tierra entrañable que la llenaba de nostalgia favorecía también una calma que no era capaz de encontrar en ningún otro lugar, como si su memoria le permitiera disfrutar mucho más que en ningún otro sitio, observar más atentamente… Unos sentimientos ligados a esos árboles, ese paisaje, ese árbol…
La naturalidad de los pueblos… Sin duda, no hay nada como la paz y la tranquilidad del campo para sacudirse las tensiones. Los días de primavera están hechos para pasarlos en el campo, rodeado de naturaleza. La magia se produce allí.
Nicoleta Talpa
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