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La historia de una habitación

Esta historia la trae el viento.

   Era ya tarde. Un día cualquiera al atardecer. El sol se dejaba caer, era uno de esos atardeceres que no quieres que se acaben, rojos y naranjas, infinitos como algunos recuerdos…

    Me gustan las ganas, el fuego que siento, no puedo controlar el amor que siento por él. Solo él sabe que hay un lugar al que voy, hoy vuelvo allí y solo allí el tiempo se detiene. Aquel lugar es donde revelo el misterio de la vida y somos felices cuando estamos juntos allí.

    Por el caminito de un solo sentido, antes de llegar a la casa se ve el campo verde. A veces hay que ir más despacio para ver lo invisible. En mi opinión, la casa es un enclave perfecto dentro de aquella valla de ciprés. Desde el porche lo estoy mirando mientras corta rosas de todos los colores para mí. Se ve tan guapo en ese ambiente que, cuando se agacha, parece hundirse en colores y sensaciones increíbles porque sus ojos brillan al cortar cada rosa. Me fascina esa sonrisa en su rostro.

    Mis manos rodean su cuello, él me coge en sus brazos y me lleva a la habitación. La luz que se filtra por la ventana crea un efecto hipnótico, como si se tratara de un laberinto espectacular en la habitación donde residen nuestras almas amándose. Es aquí donde guardo los secretos, los celos y la añoranza. Es aquí donde huele a piel quemada llena de deseo y de nuestro aroma que la envuelve. En esta habitación es donde desnudo mi corazón ante él, sintiéndome libre. Desde el principio supe que aquí había encontrado mi hogar. 

    Desnuda, tendida en la cama, cojo la almohada y la abrazo con fuerza mientras él me mira desde el sillón. Puedo sentir su respiración, es increíble cómo le habla a mi corazón.

–Vale. Déjame decirte ahora todo lo que tengo en mi mente. Deberías venir y besarme… Ya te estoy echando de menos. Estás en mis sueños y dentro de mi vida. Mi corazón sabe albergar tu amor. A tu lado vivo momentos que abarcan tanta pasión que nadie más logró sembrar en mi alma. ¡No sé dónde estoy si no es contigo!

Pero dime:

–¿Te conté la necesidad de mirarte a los ojos al sentir tus labios?

   Confieso que adoro tu juego de dejar escrito cada letra de mi nombre  por la habitación  y al encontrarlas amo ver esa sonrisa tuya que suma más amor. Aquí no tengo miedo de nada, ni me molesta el frío o el calor. Aquí siempre es como estar en nuestra playa, o en una isla perfecta, pero conscientes de que esta es la realidad de nuestras vidas, no hay cortes ni repeticiones.   

  No hay cuadros ni fotos nuestras, de nuestros momentos felices, porque las paredes están impregnadas de todo lo vivido. Y juro que cada vez que entro por la puerta de esta habitación lo noto, miro cada rincón y siento que esas emociones y sentimientos están aquí.

    Como hace calor en la habitación, han aparecido los dibujos de dos corazones que hicimos, como un juego, sobre los cristales de la ventana. Las paredes tienen colores cálidos, que transmiten sentimientos de felicidad. Me encanta la combinación, tiene profundidad y armonía, como nuestro amor. La habitación es un reflejo de las almas que la habitan.

  Dime si sientes que este lugar es solamente nuestro y si ves que las huellas de nuestro amor están en cada rincón…

–“Lo vi. Lo vi todo en esta habitación. Quizá sean los lunares de tu cuerpo, el color de tu piel o tu forma de andar lo que me enamoró, no lo sé, pero sí sé que tú y yo seguimos teniendo el mismo deseo cada día… Alójate en mí… Desordéname… Desordena mi tiempo…”

    Hoy me quedo aquí a vivir, a dormir, a soñar, soñar lo increíble que será mañana… Hay lugares donde uno se quedaría, me encanta este acogedor y cálido escondite porque es como un pequeño oasis de calma. Un paseo, un camino, un lugar al que siempre volveré para vivir la increíble locura de estar juntos. ¡Será tan bonito! Sentirse querido te hace capaz de muchas cosas. Cuando dos corazones se eligen no hay muralla que los detengan, no importa el día o la hora. Aquí está el epicentro de nuestra historia, el radiador está encendido, no necesito nada más, y, al albur de los recuerdos, me quedé dormida en sus brazos tapados con nuestra manta blanca… Sutilmente exultante…

NICOLETA TALPA ©


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